sábado, 15 de septiembre de 2012

Poesía... eres tú.

¿Qué es poesía? --dices mientras clavas
  en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
  Poesía... eres tú.
(G.A. Becquer)



Tu respiración unida a la mía
un compás, un ritmo infinito
se escapa un suspiro compartido
me escuchas, te escucho...


Manos entralazadas con besos
dos pieles vibrando caricias
abrigando en silencio ternuras
me sientes, te siento...


Gotas de sudor corriendo en tu pecho
tus brazos acogiendo y recibiendo
dos cuerpo unidos al cielo
me miras, te miro...

Mi mente divaga en el tiempo
atrapo canciones al vuelo
me escuchas, me sientes, me miras...
eso sin duda, es poesía.

(MGC)





lunes, 6 de agosto de 2012

No se cocinar pero se hacer muchas cosas más


Por Guadalupe Castellanos

Siendo la hija de una excelente cocinera no podía menos que tratar de imitar sus dotes, lo malo fue que yo no nací con “esas dotes” y mis esfuerzos, que fueron enormes, siempre quedaron reducidos a burdos experimentos culinarios que solamente satisfacían los paladares poco sofisticados.En pocas palabras: ¡No sé cocinar!
Se pueden imaginar que para mi madre, una mujer de esquemas mentales de principio de siglo veinte, eso era un gran “defecto”; y así decidió declarar una guerra interna contra la deshonra del hogar.

Intentó de mil formas hacerme comprender que la “pizca de sal” no se puede medir, que “un chorro” de aceite es calculado por la experiencia y que las recetas escritas no son de fiar. Se dio por vencida hace algunos años cuando acepté mi ignorancia para reconocer la albahaca del perejil y me declaré libre de la media cucharadita de azafrán, de la taza de harina y de la libra de arroz.

Y me pregunto: si se llega al corazón de un hombre por el estómago, ¿qué pasa con el estómago de las mujeres?, ¿Acaso los hombres son mancos?, ¿Por qué razón las madres omitimos enseñarles el arte de cocinar a los hijos varones?

En la mayoría de los países de América Latina somos las mujeres las que originamos el problema del cuál luego nos quejamos. Porque no negarían que sería fabuloso quitarse ese peso de encima. La tarea de preparar los alimentos es tan abrumadora, que al lavar los platos del desayuno ¡ya tenemos que estar descongelando la carne del almuerzo! Y si eres una de las muchas mujeres que trabajan fuera del hogar ¡ni hablar de lo complicado de la situación!
Si hacemos cuentas con tres comidas al día, en un año son mil ochenta veces que se preparan ingredientes, se cocina, se sirve y se limpian platos; mientras, el marido en cuestión ve mil ochenta programas de televisión o lee mil ochenta periódicos.

¡Ahhhh, pero claro! de vez en cuando nos “sacan” (como sacar a pasear a la mascota) y nos invitan a comer para que “descansemos de cocinar”, y nosotras lo agradecemos como si fuera una gran obra de caridad. ¿No estaríamos más agradecidas si cada noche se ofrecieran a cortar verduras o lavar los platos?

Esta sociedad salvadoreña con sus gestos sutiles parece decirnos: zapatero a tu zapato… ¡mujer a la cocina! Y nosotras lo aceptamos como quien acepta una cadena perpetua; sin protesta y convencidas de nuestro destino.
No, no soy feminista, me gusta ser mujer, lo que sucede es que me cuesta comprender cómo tan fácilmente accedemos a que se nos encasille y se nos corten las alas; condescendemos a ser vistas como seres poco pensantes, pues nos bombardean con revistas y programas llenos de recetas culinarias, moda y bisuterías baratas porque “esos son temas de mujeres”.

¿Quién decide qué tema me interesa leer?

Yo no sé cocinar…pero sé amar, escuchar, escribir, enseñar, reír, cantar, silbar, volar piscuchas, soñar y ¡muchas cosas más!
No lo disimulo. Soy de las que huye a las ocasiones en que tenga que estar detrás de las cacerolas. Y, con el permiso de mi abuela, creo sinceramente que si algún día decido llegar al corazón de un hombre, buscaré llegar por el sendero que yo tracé y no por donde la frasecita esa me lo indica.

Se me ocurre inventar un nuevo camino: el de la autenticidad, la pasión y la risa. Deseo disfrutar de la compañía mutua compartiendo placeres y quehaceres.

Mientras eso sucede, seguiré viviendo plenamente y pidiendo comida a domicilio.


jueves, 8 de marzo de 2012

Mujeres invisibles

El ocho de marzo se celebra el día internacional de la mujer y la costumbre de las personas en
mi país, es la de felicitar a diestra y siniestra a cuanta mujer se cruza en su camino durante ese día. El nueve de marzo todo vuelve a la normalidad.

Hace poco vi en periódico matutino un reportaje titulado “mujeres invisibles”, se refería a las señoras que están dentro de la cárcel de mujeres en El Salvador esperando procesos penales o cumpliendo en silencio sus sentencias, y el reportero hacía énfasis en como éstas pasan desapercibidas ante todos los sistemas de la sociedad salvadoreña.

Me pregunto ¿Acaso son ellas las únicas mujeres invisibles de esta sociedad desigual en la que vivimos? No lo creo.

Tan invisible como ellas es esa madre o esa empleada que ordena la casa, lava ropa, plancha y se desvela sin que nadie agradezca su tiempo y esfuerzo, sin embargo al abrir el closet aparece “ como por arte de magia” la ropa limpia y planchada que necesitamos ; totalmente transparente es la señora que amasa la masa y la mezcla para formar luego las pupusas que cenamos los domingos por la noche, mientras ella suda al lado de la plancha de la cocina su rostro adquiere vistos de invisibilidad para nosotros que ni la saludamos, asumiendo tal vez que es” muda, sorda y ciega” además de invisible; y qué decir de tantas y tantas mujeres que venden mangos, periódicos y chicles en las calles del gran San Salvador…¿recordamos sus rostros? …la cajera, la mesera, la que limpia los baños del restaurante de lujo… ¿las vemos al pasar a nuestro lado o son incorpóreas?

Para mí no basta con que existan presidentas en Latinoamérica, ni basta que dieciocho mujeres vayan propuestas en las próximas elecciones de diputados y alcaldes. No basta que podamos ser médicos, policías y futbolistas, yo creo que es necesario que cada mujer decida salir de su estado de invisibilidad y ayude a otras al mismo tiempo.

Si me permiten decirlo, la idea no es ser igual a los hombres. ¡Ni pensarlo! Somos básicamente diferentes, un complemento exquisito en lo físico y en lo psíquico. Me parece que la idea es que se nos tome en cuenta por pertenecer al género humano al igual que ellos.
Pensando en este tema vinieron a mi mente los dibujos animados que tanto disfrutaba de pequeña…el hombre elástico, el hombre mole, el hombre fuego y ¿adivinen? ¡Si, la mujer invisible! Uds. dirán que existe además la mujer maravilla, pero el auto que ella maneja ¡es invisible también!
Parece un punto irrelevante, pero con esto deseo enfatizar en las raíces inconscientes que colectivamente tenemos sobre este asunto… desde pequeñas se nos muestran la invisibilidad como cualidad.

Yo fui invisible un tiempo y no porque quería ser parte de los superhéroes.

Recuerdo perfectamente la sensación profunda y vacía de no existir. Mis días pasaban uno tras otro con mis sentimientos anulados, mis pensamientos revocados y mi ser completamente borrado, era necesario ser invisible para no molestar, no estorbar, no opinar y mucho menos actuar, cedí en muchos ámbitos mi derechos y acepté sin protesta mis deberes. Permití ser solamente una sombra y me llevo un buen tiempo despertar de ese letargo.

Sin duda alguna salir de la invisibilidad implica equivocarse, rectificar, hacerse responsable de las palabras dichas y de las acciones hechas. ¡Pero qué sensación más gratificante el vivir así!

Por supuesto que no ha sido un camino fácil, cada día es necesario reafirmar asertivamente lo que uno es, pues algunos hombres y, tristemente, también algunas mujeres con esquemas mentales retrógrados, intentan hacerme pensar que mi lugar es el de la invisibilidad, pero ya no me lo creo, reaccioné y no estoy dispuesta a ceder mi esencia nuevamente.

He logrado ser la persona que siempre debí ser, por eso este próximo ocho de marzo no te preocupes en felicitarme ¡soy mujer todo el año y me encanta!

domingo, 4 de marzo de 2012

Feliz, libre y emancipada

Un dicho popular afirma que la felicidad no se encuentra, se construye. Me parece muy cierto en mi vida.

Soy mujer, madre, maestra y escritora. Tengo más de cuarenta años y hoy declaro sin rodeos que soy verdaderamente feliz.

Mi infancia transcurrió en El Salvador, en un hogar tradicional fundado a mediados del siglo pasado, en donde, como siempre, la madre educa y el padre provee. En su afán de amarme, mis padres me protegieron a su manera de todo peligro o sufrimiento; me educaron para ser madre, ama de casa y esposa ideal, pero no previeron que la vida golpea de forma más dura a aquel que está menos listo para enfrentarla, y omitieron prepararme para lo que vendría.

Les diré que esta sociedad provinciana, mojigata y de apariencias en la que vivo, inyecta sutilmente en cada jovencita la idea de ser “princesa”. Nos permiten estudiar, hacer carrera y sobresalir en nuestra profesión, pero de forma inconsciente y tácita se nos inculca que el “premio mayor” de la lotería de la vida es “conseguir” esposo.

La “princesa” aprende a “soñar con el príncipe azul que en su noble corcel la rescatará de la torre de la soledad”. Y, claro, para ello la señorita en cuestión deberá aprender oficios y maneras, a fin de atraer y conservar al príncipe en sus brazos: tips de belleza, closet a la moda, maquillaje según la ocasión, clases de cocina, perfume atrayente y vocabulario adecuado.

Yo no fui la excepción.

Recuerdo mis afanes y pericias para “atrapar” al indicado, y luego el enorme placer que me provocó ser fulanita “de” tal. ¡Realización! ¡Plenitud total! ¡Lotería! La meta alcanzada, un esposo exitoso, dos hijos varones, una casa, un estatus y un apellido… Y por ende: vivir felices para siempre...

Pero ahora, después de casi veinte años junto al “príncipe azul”, soy una mujer divorciada. Y contra todo vaticinio de esta sociedad de apariencias, soy feliz.

¿Se han fijado que cuando una mujer divorciada menciona su estado civil, la primera reacción de las personas es quedarse en silencio y posteriormente decirnos, “Ay lo siento mucho”? Yo me pregunto: ¿Quién murió? ¿Dónde es el funeral? ¿Por qué el pésame? ¿No deberían de felicitarme ahora porque me visto como quiero, masco chicle cuando me da la gana, camino descalza como niña feliz, digo y hago lo que quiero, duermo hasta tarde, ronco sin problemas y cocino a mi gusto?

¡Imposible! En esta sociedad machista en la que vivo lo lógico es tenerme lástima; para ellos he pasado a formar parte de la minoría considerada “infeliz”, “sola” y “fracasada”.

En El Salvador, como en muchos países de América latina, la imagen de felicidad conyugal que se vende por medio de las vallas publicitarias y comerciales es la imagen de familias completas sonriendo; jamás pondrían en sus anuncios a una madre sola con sus hijos, sus esquemas mentales cuadrados no lo permiten. Pareciera que las mujeres solas somos incompletas, infelices y discapacitadas emocionalmente.

No; de acuerdo a esa lógica las mujeres solas no pueden sonreír en los comerciales; ¿no ven que les falta su “príncipe azul”?

Sin embargo yo, hoy, puedo decir categóricamente que desde mi divorcio soy feliz: Tengo mi propio apartamento, tengo conmigo a mis dos hijos, y mi vida toma un rumbo desconocido que me encanta. Me siento completamente dueña de mi propio destino. Yo decido qué hacer, cómo, cuándo, dónde y sobre todo con quién... Si, sé que me critican, me ven de reojo, e inventan historias fantásticas de amantes furtivos que nunca conocí. Algunos amigos me creen desquiciada, para otros estoy medio boba o idiotizada y para muy pocos soy una heroína. ¡Pero que experiencia más liberadora!

En realidad nada de eso me importa, quiero ser simplemente yo. Una mujer con sueños propios. Quiero aprender a espantar mis miedos con locuras y a buscar mi rumbo con calma. Ahora quiero escribir mi historia de mujer emancipada, libre y “sola”.

He vuelto a nacer y no quiero morir entre normas sociales que me aplastan y ahogan, porque entonces, si eso me pasara nuevamente, yo misma me daría el pésame.


PUBLICADO POR latinovisionsf.com
13/12/2011